Cuando algo me pesa mucho, se instala en asientos de primera fila en mi mente, hablando en voz alta, derramando palomitas y exigiendo que desvíe mi atención de cualquier otra cosa que pueda surgir durante mi día. Llevo literalmente este problema en la cara: a menudo me preguntan «vaya, ¿qué te pasa?» cuando no era consciente de que estaba proyectando lucha o negatividad.
Recientemente, he estado prestando más atención a cuánta atención merecen realmente las situaciones intensas en un momento dado, especialmente cuando otras cosas -tareas diarias mundanas y eventos significativos por igual- están pidiendo un asiento en primera fila. Estas técnicas me han ayudado a compartimentar mis emociones de forma saludable, de modo que controlo mejor cómo abordar los problemas graves en su propio tiempo y lugar.
1) Prueba el «Enfoque Extremo»
Cuando sientes la atracción de una situación estresante, puedes tener el impulso de compartimentarla haciéndola a un lado. Pero a veces es más útil hacer a un lado todo lo demás y centrarse en su factor de estrés en una técnica que el empresario Ryan Blair llama «enfoque extremo». Recomienda reservar un periodo de tiempo breve y bien definido para dedicarse por completo a un problema determinado. Sin embargo, cuando se acabe ese tiempo, es el momento de cerrar suavemente ese compartimento y seguir con tu día.
2) Crea límites saludables
Si hay una persona en tu vida que te recuerda un tema doloroso cada vez que os reunís, puede que quieras rechazar educadamente la próxima invitación a tomar un café con ella. No se puede esperar que compartimentes de forma saludable si te sientes presionado por tu entorno para sumergirte en lo más profundo de una piscina emocional negativa. Cuando te sientas más seguro en tu forma de pensar sobre un tema, vuelve a acercarte a tu amigo y mira lo que está haciendo este fin de semana.
3) No hagas falsas conexiones
No todas las emociones tienen que tener un compartimento, no si vas a avanzar cada día con una mentalidad equilibrada y positiva. A veces, hay problemas, o pequeños aspectos de problemas de mayor envergadura, que simplemente puedes elegir dejar pasar, desconectándolos de tus desafíos más urgentes. Por ejemplo, puede que te decepcione que tu cajón de los calcetines siga siendo un desastre, pero eso no significa que debas llevar a la oficina un discurso negativo sobre tus habilidades organizativas.