Definición de aprendizaje social
El aprendizaje social se refiere al aprendizaje que ocurre en contextos sociales. Más concretamente, se refiere al cambio de comportamiento adaptativo (aprendizaje) derivado de la observación de otras personas (u otros animales), en lugar de aprender de la propia experiencia directa. Las personas adquieren y cambian comportamientos sociales, actitudes y reacciones emocionales al observar e imitar las acciones demostradas por modelos como los padres o los compañeros. Este aprendizaje se produce por la mera observación de las acciones de los demás y por la observación de las consecuencias de sus acciones. Por ejemplo, si ves que otra persona toca un plato caliente y luego retira la mano con dolor, no tienes que imitar o repetir la acción tú mismo: Evitarás tocar el plato caliente como si tú mismo te hubieras quemado con él.
Antecedentes e historia del aprendizaje social
En la primera mitad del siglo XX, las teorías psicológicas del aprendizaje eran principalmente de naturaleza conductista, centrándose en las consecuencias directas de las propias acciones. Por ejemplo, en la teoría del condicionamiento operante de B. F. Skinner, el aprendizaje se produce a través de la experiencia de recompensas o refuerzos, como el hecho de que las conductas de estudio se refuercen con buenas notas. La rígida adhesión a las recompensas y castigos ambientales en los modelos conductistas fue abordada por el trabajo de John Miller y Neal Dollard en la década de 1940 sobre el aprendizaje social que destacó la importancia del entorno social en el aprendizaje. Aunque esta investigación tenía limitaciones (por ejemplo, sostenían que el aprendizaje no podía producirse sin imitación y refuerzo), subrayó el papel de los procesos cognitivos internos en el aprendizaje y estimuló un considerable trabajo teórico e investigación empírica sobre el aprendizaje social.
Probablemente el investigador y teórico más influyente y completo en el aprendizaje social es Albert Bandura. Introdujo su teoría del aprendizaje social en la década de 1970, que sugiere que, aunque los seres humanos aprenden de las respuestas que reciben cuando realizan conductas (como una quemadura dolorosa que refuerza la necesidad de usar una agarradera para sacar objetos de un horno caliente), la mayor parte del comportamiento humano se aprende a través de la observación y el modelado de las conductas de los demás. Según la teoría del aprendizaje social, los niños pueden aprender a comportarse en un restaurante imitando el comportamiento de sus padres, y los adolescentes pueden aprender sus actitudes políticas escuchando las conversaciones de los adultos. La teoría del aprendizaje social es una síntesis de los enfoques cognitivo y conductual para entender el aprendizaje: Es conductual por su énfasis en la observación y la imitación de modelos, pero es cognitiva porque destaca la capacidad humana de pensar, anticipar resultados y simbolizar.
En la década de 1970, Bandura amplió su teoría para incluir un elemento importante que faltaba en las teorías sobre el aprendizaje social: las creencias propias. Rebautizó su teoría como teoría cognitiva social para destacar la importancia de la cognición en el aprendizaje, la motivación y el comportamiento. Desde esta perspectiva teórica, el funcionamiento humano es producto de la interacción dinámica entre las influencias ambientales, personales y conductuales; esta interacción dinámica se denomina determinismo recíproco. Por ejemplo, si un individuo recibe una mala nota en un examen (factor ambiental) eso puede afectar a su creencia (factor personal) sobre su capacidad en ese ámbito, lo que a su vez influiría en su comportamiento (cambio de enfoques para estudiar), y su comportamiento influye en su entorno (el individuo convoca ahora un grupo de estudio para preparar los exámenes).
Aprendizaje vicioso, modelado, autorregulación y autoeficacia
La teoría del aprendizaje social sostiene que las personas no necesitan imitar la conducta para que se produzca el aprendizaje. Un elemento importante del aprendizaje social es la observación de las consecuencias que reciben los demás cuando realizan conductas, lo que se denomina aprendizaje vicario. Estas consecuencias informan al alumno sobre la idoneidad del comportamiento y los resultados probables del mismo. Es más probable que las personas modelen un comportamiento que ha sido recompensado y se considera apropiado que un comportamiento que ha sido castigado. Así, un niño que ve cómo se castiga a su hermana por mentir a su padre es probable que aprenda que no debe mentir, y no es necesario que él mismo realice ese comportamiento para que se produzca el aprendizaje.
El modelado, o la observación de las acciones de otros y sus consecuencias resultantes, puede influir en el comportamiento de varias maneras. En primer lugar, el modelado puede enseñar a la gente nuevos comportamientos, como por ejemplo, cómo mover un palo de golf correctamente. A continuación, el modelado puede facilitar comportamientos ya existentes, como decidir que es hora de abandonar una fiesta. El modelado también cambia las inhibiciones de las personas (restricciones autoimpuestas a los comportamientos); por ejemplo, la inhibición de pasar notas en el aula puede reforzarse viendo cómo el profesor reprende a un compañero que pasa notas. Por último, las reacciones emocionales pueden modificarse observando las emociones de un modelo; por ejemplo, ver a un orador incómodo probablemente aumentará el propio miedo a hablar en público.
La investigación sobre el aprendizaje social ha revelado que no todos los modelos son igual de eficaces. Los individuos son más propensos a modelar el comportamiento de aquellos que son percibidos como similares a ellos (por ejemplo, los modelos del mismo sexo son generalmente más influyentes que los del sexo opuesto), a ser competentes y a tener un alto estatus (como los atletas admirados o los líderes influyentes). Además, los modelos pueden ser personas reales, como los padres o los mejores amigos, o pueden ser simbólicos, como un libro o un personaje de película.
La teoría cognitiva social de Bandura también destaca los importantes conceptos de autorregulación y autorreflexión. La autorregulación implica el establecimiento de objetivos, la autoobservación, la autoevaluación y el autorrefuerzo.
Una vez establecidos los objetivos, las personas supervisan su comportamiento, lo juzgan en función de sus propios estándares y se refuerzan o castigan. Es importante destacar que los estándares de comportamiento son bastante variables, y aunque una persona puede darse una palmadita en la espalda por un trabajo bien hecho después de recibir una B en un examen, otra puede patearse a sí misma por un rendimiento tan pobre. La autorreflexión se expresa en el concepto de autoeficacia, que se refiere a las percepciones de los individuos sobre su competencia para realizar una tarea específica o una serie de tareas dentro de un determinado ámbito. La autoeficacia depende del contexto, y aunque una persona pueda tener una alta autoeficacia en un ámbito (como las matemáticas), puede tener una baja autoeficacia en otro ámbito (como el liderazgo). Una amplia evidencia empírica sugiere que la autoeficacia es un importante constructo motivacional que influye en las elecciones que hacen las personas, en los objetivos que se fijan, en el esfuerzo y la persistencia que ponen en su objetivo y en su rendimiento dentro de un dominio determinado.
Procesos de aprendizaje social
Según la teoría del aprendizaje social, hay cuatro subprocesos que subyacen al proceso de aprendizaje social: atención, retención, producción y motivación. En primer lugar, para aprender de otros, los individuos deben prestar atención a los aspectos relevantes del comportamiento que se está modelando. Por ejemplo, un niño que aprende a atarse los cordones de los zapatos debe prestar mucha atención a los movimientos de los dedos del modelo. A continuación, el alumno debe recordar lo que hizo el modelo, memorizando los movimientos para atarse los cordones; a menudo esta información se memoriza de forma simbólica o verbal. El siguiente paso, probablemente difícil, es que el alumno traduzca su comprensión de cómo atarse los cordones en comportamientos manifiestos de atado de cordones. Por último, es más probable que las personas atiendan, recuerden y lleven a cabo el comportamiento modelado si están motivadas para hacerlo, y si al hacerlo obtienen resultados gratificantes. Por lo tanto, es más probable que el niño participe efectivamente en estos procesos de aprendizaje social si está adecuadamente motivado para, por ejemplo, dejar de tropezar con sus cordones o ganar la aprobación de sus padres.
Importancia y consecuencias del aprendizaje social
Aunque se ha pensado que el aprendizaje social es particularmente importante para los niños, se ha aplicado ampliamente al aprendizaje que se produce a lo largo de la vida de una persona. La perspectiva del aprendizaje social ha sido muy importante para desarrollar técnicas para promover el cambio de comportamiento (como la promoción de la salud) y reducir comportamientos no deseados, como la conducta agresiva. El aprendizaje social también ha contribuido a nuestra comprensión de una amplia gama de fenómenos, incluyendo el aprendizaje en el aula, la influencia de los grupos y los líderes en el comportamiento individual, las cuestiones relacionadas con la salud, como el cumplimiento de la terapia médica y el abuso del alcohol, y la internalización moral y de valores de los niños.
Quizás el área de investigación más influenciada por la perspectiva del aprendizaje social es el estudio del comportamiento antisocial y agresivo. La investigación significativa en esta área indica que una serie de modelos agresivos puede provocar una amplia variedad de comportamientos agresivos. En un conjunto de experimentos con el conocido muñeco BoBo, Bandura y sus colegas demostraron con éxito que los niños aprendían comportamientos simplemente observando a otros. Examinaron el comportamiento de niños ligeramente frustrados que habían sido expuestos previamente a un adulto que, o bien daba patadas, lanzaba y pegaba a un muñeco BoBo hinchable, o bien se mostraba tranquilo y reservado alrededor del muñeco. Los niños expuestos al adulto agresivo eran a su vez más agresivos con el muñeco que los expuestos al adulto dócil. Sin embargo, los niños eran menos propensos a imitar el comportamiento agresivo cuando veían que el adulto era castigado por su comportamiento.
Es importante destacar que los modelos no necesitan estar físicamente presentes para influir en el alumno, los modelos agresivos de la televisión (incluidos los personajes de dibujos animados) pueden servir como modelos eficaces de comportamiento agresivo. Los niños son especialmente vulnerables a esta influencia, y aprenden que la violencia es aceptable porque ven a gente «buena» agredir, y aprenden a agredir a partir de los modelos. Además de aprender comportamientos agresivos específicos, también aprenden actitudes con respecto a la agresión, así como «guiones» para guiar el comportamiento social en diferentes situaciones que pueden llevar a las personas a adoptar comportamientos agresivos siguiendo los guiones aprendidos. Desde un punto de vista más optimista, el cambio de modelo puede influir en el comportamiento, de manera que los modelos no agresivos disminuyen el comportamiento agresivo. Además, también se ha demostrado que el aprendizaje social desempeña un papel importante en el aprendizaje del comportamiento prosocial y de ayuda.