Artritis cristalina

La presentación clínica de la artritis cristalina puede ser idéntica a la de la artritis séptica, con episodios agudos de dolor intenso, enrojecimiento e hinchazón visible. Los síntomas sistémicos, como la fiebre y el malestar, tienden a estar ausentes (aunque puede observarse fiebre); los episodios pueden ser desencadenados por una enfermedad, un traumatismo o una intervención quirúrgica.

La gota

La gota es más frecuente en los hombres adultos, con una incidencia máxima en la cuarta década de la vida. Durante un ataque de gota, la articulación afectada se calienta, se hincha, se enrojece y duele. El dolor se intensifica durante un periodo de ocho a doce horas. Las articulaciones que pueden verse afectadas en los ataques iniciales son el primer metatarsiano, el mediopié, el tobillo, la rodilla, el talón y, ocasionalmente, la muñeca, el codo y/o los dedos. El primer metatarsiano se ve afectado en el 50% de los ataques preliminares de gota y llega a afectarse en el 90% de los pacientes que padecen gota; esto se denomina «podagra».

La ilustración de James Gillray (1757-1815) llamada «La gota» ilustra la naturaleza agudamente dolorosa de esta enfermedad.

Las imágenes radiográficas tomadas en las primeras fases de la gota sólo muestran una inflamación de los tejidos blandos. A medida que la artritis gotosa progresa, los ataques se hacen más frecuentes y aumentan su duración hasta que, en la gota crónica, el dolor persiste con menor intensidad incluso entre los ataques y la articulación se daña de forma irreversible. Los pacientes con gota crónica también pueden presentar tofos (agregados macroscópicos de cristales de ácido úrico y células inflamatorias). Tras años de progresión de la enfermedad, los huesos se erosionan visiblemente. El espacio articular no disminuye hasta muy avanzada la enfermedad.

La gota está asociada a una causa metabólica subyacente, la hiperuricemia. La hiperuricemia se define como una concentración sérica de ácido úrico superior a dos desviaciones estándar por encima de la de la población general cuando se empareja por edad y sexo. Sólo unos pocos (uno de cada cuatro) individuos con hiperurecemia desarrollarán gota y este estado es transitorio para la mayoría de los individuos ya que puede ser alterado por la dieta y/o la medicación. El aumento de la frecuencia y la duración de la hiperurecemia se asocia a una mayor probabilidad de desarrollar gota. No obstante, la gota puede desarrollarse en ausencia de hiperuricemia medible, por lo que no es necesario un ácido úrico sérico elevado para un diagnóstico positivo.

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