Chinampas: Qué son, cómo funcionan y por qué importan hoy más que nunca.

Una de las formas de agricultura sostenible más innovadoras de la actualidad es antigua. Muy, muy antigua. Antigua del Imperio Azteca: las chinampas.

Con toda la atención que ponemos en la tecnología, es fácil creer que la sostenibilidad es una idea de la nueva era. Los científicos intentan frenéticamente desarrollar algo que salve al mundo de nuestros errores recientes: la contaminación de la Revolución Industrial, los vertidos de cualquier empresa petrolera y el cambio climático provocado por el hombre, que los científicos no empezaron a notar hasta finales del siglo XX.

En realidad, una de las soluciones agrícolas más innovadoras ha estado aquí todo el tiempo. La agricultura sostenible no es un invento del siglo XX. Es algo que los aztecas empezaron a hacer hace siglos llamado chinampas.

Los aztecas utilizaban impresionantes jardines flotantes -también conocidos como chinampas- para cultivar sus cosechas sin dañar el medio ambiente.

Foto de Karl Weule/Wikimedia Commons.

Las chinampas se creaban amontonando barro y plantas en descomposición en pequeñas islas estacionarias sobre las que los agricultores sembraban maíz, frijoles, chiles, calabazas, tomates y verduras. Los campesinos también cultivaban las coloridas flores que se utilizaban en varias de sus ceremonias. Para estabilizar las islas, se unían cañas robustas y se utilizaban tanto para bordear cada chinampa como para ayudar a anclarla al suelo.

El dragado del lodo despejó el camino para los canales y revitalizó naturalmente los nutrientes del suelo que alimentaban sus cultivos. El sistema resultante de canales y jardines creó un hábitat para los peces y las aves, lo que ayudó a mantener la salud del ecosistema y también proporcionó fuentes adicionales de alimentos.

Las chinampas no dañaban el medio ambiente, sino que lo mejoraban.

Dibujo de «Jardines flotantes» de Internet Archive Book Images/Flickr.

No se trataba sólo de una hazaña de jardinería increíble: las chinapas requerían un trabajo muy complicado para su creación.

Las chinampas son sostenibles, pero no se mantienen por sí mismas. Los agricultores tuvieron que construir una serie de sistemas y procesos para mantener la salud de su gente y de la tierra. Se añadieron sistemas de drenaje para evitar las inundaciones durante la temporada de lluvias.

Para fertilizar los jardines, desarrollaron un sistema de residuos para recoger los excrementos humanos de las ciudades y esparcirlos sobre sus cultivos. El resultado fue algo más que unos cultivos florecientes: Las chinampas en realidad ayudaban a evitar que los desechos entraran y envenenaran el suministro de agua.

El hecho de que los aztecas encontraran una forma de convertir terrenos pantanosos impracticables en un floreciente jardín es un logro en sí mismo. Más impresionante aún es la cantidad de mano de obra organizada, la planificación y la utilización de sus recursos necesarios para hacer realidad su idea.

Una chinampa en la Ciudad de México. Foto de Emmanuel Eslava/Wikimedia Commons.

Así que no lo llamen regreso. Las chinampas llevan años aquí.

Siguen existiendo en los alrededores de la Ciudad de México, donde son tanto una atracción turística como una granja de trabajo mantenida por los lugareños. Otras ciudades y países también han recogido la idea de las chinampas: puedes encontrarlas en el paseo marítimo de Baltimore e incluso limpiando el contaminado canal Gowanus de Nueva York.

Algunas empresas ecológicas incluso han tomado elementos de los métodos de los aztecas y los han utilizado para crear una nueva tecnología que se asemeja a la versión antigua de los jardines flotantes. Los beneficios de la sostenibilidad siguen atrayendo a los jardineros modernos, sobre todo porque las chinampas pueden cultivar plantas, limpiar y conservar el agua, y no requieren grandes extensiones de tierra.

Una iteración moderna del método original de los aztecas de las chinampas. Foto de EZGrow Garden.

El éxito de las chinampas es un testimonio de que a veces las soluciones más innovadoras no implican mirar al futuro, sino al pasado.

La increíble eficiencia de este método de jardinería indígena sirve como recordatorio de que la sostenibilidad no tiene por qué ser cara ni depender de la tecnología más avanzada de la que disponemos hoy en día.

A veces, lo mejor es mirar hacia atrás: hacia la gente que descubrió cómo hacerlo bien la primera vez.

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