Figura 1. Dos códigos diferentes
Al escribir este artículo una primera decisión importante fue determinar qué código utilizaría. Es decir, ¿qué lenguaje mundial concreto se utilizaría para codificar mis significados previstos? Si, por ejemplo, hubiera elegido el código conocido como griego o el código conocido como holandés, y usted no entiende cómo decodificar estos idiomas particulares, entonces mis intentos de comunicación serían en vano. En este caso, he elegido el código conocido como inglés y, en particular, el inglés británico.
¿Has entendido el primer párrafo de la figura 1? Fuiste capaz de descifrar su significado? ¿Y el segundo párrafo de la figura 1?
Bueno, a no ser que entiendas el griego (escrito) (primer párrafo) o el holandés (segundo párrafo) no habrías sido capaz de decodificar el idioma en concreto y deducir su significado. De hecho, los dos primeros párrafos tienen esencialmente el mismo significado que el párrafo inicial de este artículo, escrito por supuesto en inglés. Doy por sentado que usted puede descifrar el párrafo inicial, pues de lo contrario lo más probable es que no hubiera seleccionado esta página web en primer lugar. En realidad, la opción de seleccionar estos códigos no estaba disponible para mí, ya que no hablo/entiendo ninguno de estos idiomas del mundo en particular. Por lo tanto, no puedo garantizar la exactitud de las traducciones al griego o al holandés. Confié las traducciones a un servicio en línea (http://www.babelfish.com) – simplemente inserté el código inglés y el software basado en la web hizo el resto.
El punto que estoy ilustrando es que el lenguaje es, en un sentido, un código y para compartir significados lingüísticamente debemos compartir el mismo código. Ahora bien, un código es simplemente «un dispositivo que genera pares formados por un mensaje y una señal» (Sperber, 1994:179). Por ejemplo, el código Morse empareja cada letra del alfabeto con una serie de pitidos cortos o largos. La famosa llamada de socorro marítima «SOS», por ejemplo, consta de tres pitidos cortos, tres pitidos largos y tres pitidos cortos que se transmiten en forma de cadena:
De forma similar, se argumenta, una lengua empareja sentidos lingüísticos y sonidos: Yo debo codificar mis pensamientos en una forma mutuamente comprensible que tú puedas decodificar posteriormente. En resumen, debemos compartir un lenguaje común. Este tipo de razonamiento ha dado lugar al llamado modelo de comunicación de codificación-decodificación y a representaciones diagramáticas como la de la figura 2.
Figura 2. Modelo tradicional de codificación-decodificación de la comunicación humana
Los modelos de comunicación de codificación-decodificación representados en la figura 2 se encuadran en el apartado general de los modelos de transmisión. Estos modelos se han utilizado durante mucho tiempo, por ejemplo, el modelo de Shannon-Weaver (Shannon, 1948); el modelo de Osgood y Schramm (Schramm, 1954); The Speech Chain (Denes y Pinson, 1993).
En su forma más básica, los modelos de transmisión constan de tres partes:
- fuente
- canal
- receptor
- fuente
- codificador
- mensaje
- canal
- decodificador
- receptor
- Problemas con el modelo de codificación y descodificación
En resumen, la pretensión es que una fuente (una persona con un motivo para comunicarse) acceda primero a su codificador de comunicación (un dispositivo que manipula los pensamientos de la fuente en una especie de código) para formular un mensaje. Ya hemos señalado que cuando los mensajes se hablan en las interacciones cara a cara el canal es el aire entre el hablante y el oyente. Del mismo modo que una fuente necesita un codificador para convertir sus pensamientos en mensajes, un receptor necesita un decodificador para descifrar el mensaje. El receptor es, evidentemente, la persona o personas que están al final del canal.
En otras palabras, una persona (fuente) formula una idea -un concepto- y codifica este concepto lingüísticamente, es decir, en cadenas de sonidos, sílabas y palabras, y luego transmite este pensamiento codificado como una onda sonora, con lo que otra persona (receptor) decodifica la onda sonora de nuevo en el concepto original. Por tanto, el hablante codifica su mensaje en una señal que es descodificada por el oyente, que utiliza una copia idéntica del código. Según estos modelos de codificación y descodificación, lo único que se necesita es un algoritmo de codificación y descodificación adecuado, es decir, un conjunto de instrucciones precisas e inequívocas para transformar un conjunto de condiciones iniciales (pensamientos) en un conjunto de condiciones finales (ondas sonoras), y viceversa. La implicación es, una vez más, que si el hablante y el oyente comparten el mismo código – un lenguaje común – entonces la comunicación es posible. El lenguaje permite a los seres humanos traducir los pensamientos en cadenas de sonidos, sílabas y palabras, y traducir las cadenas de sonidos, sílabas y palabras en pensamientos:
Los seres humanos, por tanto, pueden funcionar tanto como codificadores del significado lingüístico como decodificadores del sonido lingüístico. Supongamos, por ejemplo, que deseo comunicarle algún significado, tal vez el pensamiento de que puedo ver un pequeño animal peludo con una pata en cada esquina, bigotes en un extremo, una cola en el otro, garras afiladas retráctiles, que bebe leche y dice: «¡Miau!». Primero tengo que buscar en mi léxico mental la palabra que se utiliza en inglés para codificar este significado. En cuestión de instantes, me decido por la palabra cat (gato). A continuación, produzco la palabra/sonido cat, que se pronuncia c-a-t, para que la persona a la que quiero comunicar este pensamiento pueda oírla. Al oír esta palabra/sonido, el oyente busca en su léxico mental el significado asociado a ella y descifra fácilmente que se refiere a un pequeño animal peludo con una pata en cada esquina, bigotes en un extremo, una cola en el otro, garras afiladas y retráctiles, que bebe leche y dice: «¡Miau!». En la medida en que el oyente es capaz de descifrar mi significado, se puede afirmar que se ha compartido un pensamiento y, por tanto, que se ha producido una comunicación. Esta parece ser una explicación adecuada de la comunicación humana, ya que todo lo que se requiere es que las personas que se comunican entre sí compartan el mismo código, en este caso el idioma conocido como inglés. De este modo, son capaces de codificar los significados en sonidos y decodificar los sonidos en sus significados.
La explicación anterior parece bastante sencilla. Sin embargo, hay varias dificultades con este modelo, como el hecho de que no tiene en cuenta la naturaleza dinámica de ida y vuelta de la interacción hablada, y que no aborda la cuestión de cómo hacemos el significado y cómo inferimos el significado. El siguiente artículo aborda ambas cuestiones:
Denes, P.B. y Pinson, E.N. (1993) The Speech Chain: Physics and Biology of Spoken Language Basingstoke: W.H. Freeman & Co.
Schramm, W. (1954) ‘How communication works’ en Schramm W (ed.), The Process and Effects of Mass Communication Urbana: University of Illinois Press.
Shannon, C. (1948) ‘A mathematical theory of communication’ Bell System Technical Journal Vol. 27, pp. 379-423, 623-656, julio, octubre, 1948.
Sperber, D. (1994) ‘Understanding Verbal Understanding’ en Khalfa, J. (ed.) What is Intelligence? Cambridge University Press (1994), 179-198.