En el año 40 a.C., Cleopatra y los faraones del Antiguo Egipto fueron los primeros en utilizar una forma de bálsamo labial, aplicando cera de abeja en los labios y utilizándola en cosmética (#trendsetters). Si avanzamos un par de miles de años, el bálsamo labial ha llegado muy lejos. Este bálsamo calmante empezó a aparecer en tubos en 1912 (adiós a las latas) e incluso jugó un papel furtivo en el escándalo del Watergate de 1972, donde se ocultaron micrófonos en tubos de ChapStick. En 1997, empezó a circular el mito urbano de que el bálsamo labial podría ser adictivo, y aún hoy, sigue siendo un tema candente.
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Cuando aplicas bálsamo labial a la piel seca de la superficie de tus labios, interfiere con las señales que incitan a las capas inferiores a producir más células. Cuando el bálsamo labial se desvanece, la piel no tiene el suficiente tiempo para reponer las células. Muchas veces, se necesita más y más bálsamo labial para mantener los labios húmedos, lo que da lugar a un círculo vicioso de aplicación de bálsamo labial. Además, ciertos productos químicos que se encuentran en los bálsamos labiales hacen que las grietas empeoren con cada uso.
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Aquí está la conclusión: el uso de bálsamo labial no es adictivo en el sentido que tienen las sustancias adictivas como la nicotina de los cigarrillos o el alcohol de las bebidas, pero es psicológicamente adictivo, donde las aplicaciones rutinarias crean hábito. En cuanto a si funciona, lo hace cuando realmente lo necesitas, pero un uso excesivo e innecesario puede ser ineficaz. Sólo recuerden que la moderación es la clave, gente.