Para el músico outsider, Daniel Johnston, la depresión es un infierno de ojos múltiples alimentado por los cerebros de la humanidad. Para la escritora y crítica literaria, Flannery O’ Connor, la ansiedad es un rugido que se encuentra al otro lado del silencio. Para el pintor postimpresionista Vincent Van Gogh, la alegría es una joven que se deleita en los charcos amasados por la lluvia de París. A los maestros de la expresión les encanta simplificar la complejidad de las sensaciones en bruto animándolas con lo familiar, aunque el beneficio se extiende más allá de la poesía.
Una nueva investigación redactada por científicos colaboradores de la Universidad Politécnica de Hong Kong, la Universidad de Texas y la Universidad Bautista de Hong Kong celebra el lirismo de la antropomorfización cuando se trata de ayudar a la tristeza.
Un enfoque táctico para mitigar la desesperación
Inspirados en la premisa de la película de 2015, Inside Out, los autores detrás del trabajo publicado en la revista Consumer Psychology, ingeniaron dos experimentos.
Los investigadores iniciaron el primero asignando a un grupo de participantes reclutados en dos grupos. A ambos grupos se les pidió que recordaran un momento de su vida que les produjera una gran tristeza. A continuación, se pidió al primer grupo que imaginara la emoción como una persona, decorándola con atributos físicos. Al otro grupo se le pidió simplemente que empleara adjetivos para la tristeza. Después de que los investigadores recogieran las aportaciones de los participantes, se les pidió que calificaran su tristeza en una escala del uno al siete.
El primer grupo -la mayor parte de los cuales imaginó la desesperación como una figura anciana con mechones desgastados o como una niña indefensa mojada por las lágrimas- expresó niveles significativamente más bajos de depresión en comparación con el otro grupo. Estos resultados se repitieron con éxito en el segundo experimento, en el que se observaron requisitos previos idénticos a los del primero, sólo que con la regulación de los impulsos indexada junto con los grados de tristeza declarados.
Los autores del estudio teorizan que la aplicación de rasgos humanos a la tristeza permitió a los encuestados desvincularse de ella, es decir, en lugar de estar deprimido, se podía pensar en ella en términos de «una fuerza independiente a la que llamaré depresión me tiene». También hay que tener en cuenta las imágenes prestadas. La tristeza evoca una de las dos ilustraciones básicas, la decrépita o la impotente. Independientemente del origen, la simetría del aislamiento se mantiene.
«Nuestro estudio sugiere que antropomorfizar la tristeza puede ser una nueva forma de regular esta emoción», señaló el autor lI Yang a Science Daily. «Activar esta mentalidad es una forma de ayudar a las personas a sentirse mejor y a resistir tentaciones que pueden no beneficiarles a largo plazo». «Probablemente no sea prudente aplicar esta estrategia para las emociones positivas porque no queremos minimizar estos buenos sentimientos».»