Todas las regiones del mundo podrían ver cómo disminuye su población a finales de siglo, excepto África.
La contracción de la población prevista se deberá al descenso de las tasas de fertilidad, ya que las tasas de mortalidad serán iguales o más rápidas que las de natalidad en varios países. Las diferentes tasas de contracción serán más extremas en países como Tailandia, Japón y España, además de otros 20, donde los descensos podrían reducir sus poblaciones a la mitad para 2100, según muestra un nuevo informe de Lancet sobre escenarios de fertilidad y crecimiento de la población.
Pero, en marcado contraste, la población total de África se triplicará en el mismo periodo.
Para ser claros, hace tiempo que se prevé un boom demográfico en África, con estimaciones anteriores que muestran que más de la mitad del crecimiento de la población mundial para 2050 se producirá en África. Sin embargo, las nuevas conclusiones de The Lancet abarcan un plazo más largo y también corroboran las previsiones anteriores que muestran que Nigeria, que ya es el país más poblado de África, impulsará el auge de África con una población prevista de 790,7 millones de habitantes para 2100.
Dado el descenso de población del 48% previsto en China, Nigeria se convertirá en el segundo país más grande del mundo para 2100, sólo por detrás de la India.
El repunte de crecimiento de Nigeria se reproducirá en otros países africanos y hará que el continente pase de tener solo dos países con una población superior a los 100 millones, en 2017, a nueve en 2100.
De los países que se espera que tengan una población superior a los 100 millones en 2100, Níger y Chad, dos de las naciones más pobres del continente, experimentarán los mayores aumentos porcentuales en el tamaño de sus poblaciones. La República Democrática del Congo también pasará de ser el cuarto país más grande de África por población a ser el segundo.
Las conclusiones de The Lancet también sugieren que, para 2100, hasta 183 países tendrán tasas de fertilidad inferiores a 2,1 nacimientos por mujer, considerada la tasa mínima necesaria para el reemplazo generacional de la población. El resultado será un cambio en la estructura de edad que hará que haya más individuos mayores de 65 años (2.370 millones) que individuos menores de 20 años (1.700 millones) a finales de siglo.
Aunque varios países africanos tendrán tasas de fertilidad más bajas en 2100, el inminente crecimiento de la población se deberá a su población joven y a las altas tasas de fertilidad actuales en toda la región, ya que sólo siete países africanos -Cabo Verde, Botsuana, Sudáfrica, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia- tienen tasas de fertilidad inferiores a la media mundial de 2.37 nacimientos por mujer.
El crecimiento demográfico previsto plantea cuestiones difíciles, pero evidentes, a los gobiernos del continente, sobre todo teniendo en cuenta el escaso desarrollo del capital humano. Por su parte, Naciones Unidas ya predice que el aumento de la población hará «más difícil» que los gobiernos africanos reduzcan la pobreza y el hambre o impulsen el acceso local a la sanidad y la educación estándar.
Por ejemplo, Nigeria, que verá aumentar su población en casi un 300%. Ocupa el puesto 152 (de 157 países) en el primer Índice de Capital Humano del Banco Mundial y superó a India como capital mundial de la pobreza en 2018. Los fracasos de los sucesivos gobiernos también han dado lugar a una emigración sostenida de la clase media nigeriana, que suele estar entre sus ciudadanos mejor formados, a Europa y Norteamérica, a menudo sin intención de regresar.
Sin embargo, es una tendencia que probablemente se generalizará aún más en todo el continente a medida que el crecimiento de la población se traduzca en una mayor presión sobre los servicios y las infraestructuras que se estiran. Se espera que un mayor número de africanos, en busca de mejores fortunas económicas, nivel de vida y educación, busquen oportunidades de vida y trabajo en el extranjero.
Como resulta, estas oportunidades están cada vez más disponibles, ya que los países con poblaciones envejecidas y en disminución, como Japón, ya están buscando cubrir las brechas de habilidades y fuerza de trabajo para sostener sus economías, revirtiendo las fuertes posturas políticas anti-inmigración.
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