En resumen
- Un tratamiento con probióticos no mostró ningún beneficio para los niños pequeños llevados al hospital con gastroenteritis aguda, que implica diarrea y otros síntomas.
- Los resultados podrían cambiar las directrices de algunos grupos médicos, que han recomendado el uso de probióticos en niños con gastroenteritis aguda.
La gastroenteritis aguda puede provocar diarrea, dolor y calambres en el abdomen, náuseas, vómitos y, a veces, fiebre. También puede provocar deshidratación, que puede llegar a ser peligrosa. La mayoría de los casos pueden tratarse reponiendo los líquidos y electrolitos perdidos para evitar la deshidratación. Pero la enfermedad a veces puede conducir a visitas al servicio de urgencias y a la hospitalización, sobre todo en niños pequeños.
La gastroenteritis aguda puede estar causada por bacterias, virus o parásitos. Algunos estudios han sugerido que los probióticos -bacterias «buenas» que se encuentran de forma natural en el intestino- podrían ayudar a tratar la enfermedad. Como resultado, algunos grupos médicos recomiendan actualmente los probióticos para los niños con diarrea y otros problemas intestinales.
Investigadores dirigidos por el Dr. David Schnadower en la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis (ahora en el Centro Médico del Hospital Infantil de Cincinnati) probaron si los probióticos pueden beneficiar a los niños pequeños con gastroenteritis aguda. Llevaron a cabo un amplio estudio en 10 salas de urgencias infantiles de todo EE.UU. El equipo inscribió a más de 900 niños de entre 3 meses y 4 años de edad con un diagnóstico de gastroenteritis aguda, que se definió como tres o más episodios de heces acuosas al día, con o sin vómitos, durante menos de 7 días.
Los niños fueron asignados al azar para recibir durante 5 días (10 dosis) un probiótico llamado Lactobacillus rhamnosus GG o un placebo de aspecto idéntico. Recibieron la primera dosis en el hospital. A continuación, sus cuidadores les administraron el resto del tratamiento en casa. El equipo comprobó con las familias durante las semanas siguientes la rapidez con la que habían desaparecido los síntomas.
El estudio fue financiado por el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver (NICHD) de los NIH y el Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales (NIDDK). Los resultados se publicaron el 22 de noviembre de 2018 en la revista New England Journal of Medicine.
Las pruebas mostraron que casi todos los niños que recibieron los probióticos recibieron la dosis esperada de las bacterias. Alrededor del 85% de los niños de ambos grupos recibieron al menos 7 de las 10 dosis prescritas.
Los investigadores no encontraron diferencias en la duración de los vómitos o la diarrea con o sin el uso de probióticos. Un número similar de niños de ambos grupos presentó síntomas de moderados a graves en las dos semanas posteriores al inicio del tratamiento. No se observaron diferencias en el número de visitas al médico, en las tasas de transmisión en el hogar, en los días de guardería perdidos o en las horas de trabajo perdidas por los cuidadores.
No hubo diferencias si los pacientes eran menores de un año o mayores, si tenían síntomas durante más o menos de 48 horas, si tomaban antibióticos o si estaban infectados por un virus, una bacteria o si no se había identificado ningún patógeno. Para cada resultado, en cada subgrupo de pacientes, el probiótico no supuso ninguna diferencia.
Un segundo estudio, realizado en Canadá y publicado en el mismo número, tuvo resultados coincidentes. Ese ensayo probó L. rhamnosus más otra cepa probiótica. Tampoco mostró ningún efecto sobre la duración de la enfermedad u otros resultados con el uso de probióticos.
«Debido a la popularidad de los probióticos, era importante asegurarse de que su uso merece la pena», dice Schnadower. «En este caso, los probióticos no añadieron ningún beneficio medible»
Por Sharon Reynolds