Materiales corrosivos
Muchos de los productos químicos utilizados habitualmente en el laboratorio son corrosivos o irritantes para el tejido corporal. Representan un peligro para los ojos y la piel por contacto directo, para las vías respiratorias por inhalación o para el sistema gastrointestinal por ingestión. Las anécdotas ofrecen incidentes relacionados con quemaduras químicas por la manipulación incorrecta de los corrosivos.
Manejo seguro
Líquidos corrosivos
Los líquidos corrosivos (por ejemplo, ácidos minerales, soluciones alcalinas y algunos oxidantes) representan un peligro muy importante porque el contacto con la piel o los ojos puede producirse fácilmente por salpicaduras y su efecto en el tejido humano suele producirse muy rápidamente. El bromo, el hidróxido de sodio, el ácido sulfúrico y el peróxido de hidrógeno son ejemplos de líquidos altamente corrosivos. Consulte los protocolos químicos específicos para líquidos corrosivos concretos como el ácido fluorhídrico y el fenol.
Debe tenerse en cuenta lo siguiente:
- Los ojos son especialmente vulnerables. Por lo tanto, es esencial que se utilice una protección ocular y facial aprobada (NUEVO ENLACE) en todos los laboratorios en los que se manipulen productos químicos corrosivos.
- Se deben utilizar guantes (NUEVO ENLACE) y otras prendas de protección resistentes a los productos químicos (NUEVO ENLACE) para protegerse del contacto con la piel.
- Para evitar una explosión repentina de vapor debido a la gran cantidad de calor desprendido, añada siempre ácidos o bases al agua (y no al revés).
- Los ácidos y las bases deben estar separados para su almacenamiento.
- Los corrosivos líquidos deben almacenarse por debajo del nivel de los ojos.
- Debe haber cantidades adecuadas de materiales de control de derrames fácilmente disponibles. En la mayoría de los catálogos de suministros de seguridad química y de laboratorio se pueden encontrar kits especializados para derrames de ácidos y bases.
- Gases y vapores corrosivos
Los gases y vapores corrosivos son peligrosos para todas las partes del cuerpo; ciertos órganos (por ejemplo, los ojos y el tracto respiratorio) son especialmente sensibles. La magnitud del efecto está relacionada con la solubilidad del material en los fluidos corporales. Los gases muy solubles (p. ej., amoníaco, cloruro de hidrógeno) provocan graves irritaciones en la nariz y la garganta, mientras que las sustancias de menor solubilidad (p. ej., dióxido de nitrógeno, fosgeno, dióxido de azufre) pueden penetrar profundamente en los pulmones.
- Las propiedades de advertencia como el olor o la irritación de los ojos, la nariz o las vías respiratorias pueden ser inadecuadas con algunas sustancias. Por lo tanto, no se debe confiar en ellas como advertencia de sobreexposición.
- Realice las manipulaciones de los materiales que suponen un riesgo de inhalación en una campana de humos química para controlar la exposición o utilice la protección respiratoria adecuada.
- Proteja todas las superficies de la piel expuestas del contacto con gases y vapores corrosivos o irritantes.
- Los reguladores y las válvulas deben estar cerrados cuando el cilindro no esté en uso y deben ser lavados con aire seco o nitrógeno después de su uso.
- Cuando los gases corrosivos vayan a ser descargados en un líquido, debe emplearse una trampa, una válvula de retención o un dispositivo de ruptura de vacío para evitar el peligroso flujo inverso.
Sólidos corrosivos
Los sólidos corrosivos, como el hidróxido de sodio y el fenol, pueden causar quemaduras en la piel y los ojos. El polvo de los sólidos corrosivos puede ser inhalado y causar irritación o quemaduras en las vías respiratorias. Muchos sólidos corrosivos, como el hidróxido de potasio y el hidróxido de sodio, pueden producir un calor considerable cuando se disuelven en el agua.
- Lleve guantes y protección para los ojos cuando manipule sólidos corrosivos.
- Cuando se mezcle con agua, añada siempre lentamente el sólido corrosivo al agua, removiendo continuamente. Puede ser necesario el enfriamiento.
- Si existe la posibilidad de generar una cantidad significativa de polvo, realice el trabajo en una campana de humos.
Almacenamiento de ácidos
Los ácidos minerales, incluidos el fosfórico, el clorhídrico, el nítrico, el sulfúrico y el perclórico, pueden almacenarse en un armario diseñado para ácidos corrosivos. El ácido nítrico también puede almacenarse con oxidantes. Estos armarios no metálicos no tienen partes metálicas internas, tienen un revestimiento resistente a los ácidos y un suelo de armario construido para poder contener los derrames. Los ácidos volátiles, como el óleo o el ácido nítrico fumante, deben almacenarse en un armario para ácidos o en un armario ventilado, como la base de la campana de humos, sobre todo después de haberlos abierto. Los ácidos minerales concentrados pueden ser muy reactivos, incluso entre sí.
Los ácidos orgánicos, como el ácido acético, deben almacenarse por separado de los ácidos minerales. Aunque siempre es mejor separar, el ácido acético puede almacenarse otros líquidos inflamables.
El ácido pícrico puede formar sales explosivas con muchos metales, o por sí mismo cuando está seco. Es incompatible con otros grupos de almacenamiento y debe almacenarse por separado. El ácido perclórico es un oxidante extremadamente potente y debe mantenerse alejado de todos los materiales orgánicos. También debe almacenarse por separado.
Ejemplo de Gabinete Corrosivo