La metformina es también conocida como Glucophage. Es un medicamento comúnmente utilizado para tratar la diabetes que funciona mejorando la sensibilidad del cuerpo a la insulina. Esto permite que el páncreas produzca una menor cantidad de insulina para mantener el azúcar en sangre regulado. La metformina se ha utilizado durante muchos años para tratar a los diabéticos, pero sólo se hizo popular para el tratamiento de la infertilidad a finales de los años 90 y principios de los 2000. La metformina también se ha establecido como relativamente segura en el embarazo y se considera un fármaco de categoría B (una calificación mejor que la de muchos otros medicamentos utilizados habitualmente en el embarazo).
La metformina se utiliza con mayor frecuencia en el marco del síndrome de ovario poliquístico o SOP. En este entorno, la metformina ayuda a reducir la insulina que puede interferir en la producción de folículos. Existen complejas hormonas que controlan el crecimiento y la maduración normal de los folículos. Cuando la insulina es elevada, como en el caso de la resistencia a la insulina o la hiperinsulinemia, los folículos pueden no crecer adecuadamente. Esto puede dar lugar a óvulos de baja calidad e incluso interferir en la ovulación.
Se ha demostrado que la metformina por sí sola mejora la fertilidad y aumenta las posibilidades de que una mujer se quede embarazada y tenga un bebé. Este tratamiento es mucho más eficaz cuando se combina con cambios dietéticos que reducen los niveles de insulina circulante. Nuestros médicos se especializan en ayudar a las mujeres a superar los desafíos de los problemas de insulina y el síndrome de ovario poliquístico (SOP) utilizando la dieta y la metformina cuando sea necesario.
La metformina es un medicamento de prescripción que debe ser utilizado sólo como se prescribe. El 30% de los pacientes pueden experimentar náuseas, diarrea e hinchazón abdominal. Empezar con una dosis baja y aumentar la dosis deseada durante varias semanas puede aliviar estos problemas. El 3% de los pacientes ha manifestado un sabor metálico durante el tratamiento inicial. 1 de cada 33.000 personas que toman metformina desarrolla una acumulación de ácido láctico (acidosis láctica). Si bien es mortal en el 50% de los casos, no es probable que se produzca en alguien que no tenga alterada la función hepática o renal. Se calcula que el riesgo de acidosis láctica en una población joven y sana es inferior a 1 de cada 250.000 pacientes. Los síntomas son: debilidad, dolor muscular inusual, dificultad para respirar, malestar estomacal, sensación de frío, mareo o vértigo, y desarrollo repentino de un ritmo cardíaco lento o irregular. Todos los pacientes que toman metformina deben hacer un seguimiento regular con un médico familiarizado con la metformina.