Nota del editor: El siguiente ensayo ha sido condensado del capítulo 1, «El perdón reduce la ira», del nuevo libro Hábitos para un matrimonio sano (Ignatius Press, 2019) del doctor Richard P. Fitzgibbons. Se ha utilizado aquí con permiso.
La mandíbula de Scott mostraba la inconfundible señal de los dientes apretados al entrar en mi despacho. Detrás de la sonrisa forzada de Mónica, sus ojos eran fríos. Cuando se sentaron, su rigidez e incomodidad eran claramente evidentes.
«Mónica dice que siempre estoy enfadado -comenzó Scott-, pero si fuera un poco más comprensiva…»
«¿Yo?». interrumpió Mónica. «Yo no soy la que grita y chilla y carga todo el tiempo».
«Si me trataras con más respeto y me escucharas, no tendría que levantar la voz para llamar tu atención». La voz de Scott se hizo más fuerte y su cara más roja.
Pidí rápidamente un tiempo muerto.
Scott y Mónica obviamente tenían dificultades con el exceso de ira. Tras unas cuantas preguntas de sondeo, quedó claro que Scott reaccionaba con una ira intensa ante cualquier desaire percibido. A su vez, Mónica se retrajo y le hizo el vacío a Scott. Se reconciliarían durante un tiempo, pero pronto se repetiría el patrón. La ira estaba dañando seriamente su matrimonio y disminuyendo el fuerte amor que se tenían.
A lo largo de las siguientes sesiones, mientras trabajaban para intentar comprender los orígenes de sus dificultades, se dieron cuenta de que ninguno de los dos pretendía hacer daño al otro. Se hacían daño mutuamente porque no conocían sus debilidades emocionales y no entendían cómo dominar su ira. Poco a poco fueron reconociendo que cada uno de ellos arrastraba en su matrimonio una importante ira no resuelta de sus familias de origen, lo que contribuía a sus reacciones exageradas. El padre de Scott era emocionalmente distante, y el padre de Mónica había sido alcohólico. Ambos padres luchaban con su temperamento y frecuentemente reaccionaban de forma exagerada con ira directa y pasiva.
La ira de Scott y Mónica disminuyó a través de un proceso de descubrimiento y resolución de la ira enterrada mediante el crecimiento del hábito del perdón. Practicar el perdón no fue algo natural o fácil para ellos; requirió un trabajo duro.
La naturaleza de la ira
La ira es un fuerte sentimiento de desagrado y antagonismo, despertado casi siempre por una sensación de perjuicio o maldad. Es una respuesta natural al hecho de que los demás no satisfagan nuestras necesidades de amor, respeto y elogio. La ira excesiva puede ser el resultado del egoísmo, la ansiedad, la tristeza o el modelado de un padre enojado.
La ira suele estar presente cuando hay conflictos en las relaciones, ya sea en casa, en la escuela, en el trabajo o en la comunidad. Estar enfadado o tratar con una persona enfadada puede ser una experiencia diaria para muchas personas. En un estudio realizado con 1.300 pacientes psiquiátricos ambulatorios, la mitad de ellos presentaba una ira de moderada a grave, comparable a sus niveles de ansiedad y depresión.
Cuando una persona es herida por otra, primero experimenta tristeza, seguida de ira. Esta rabia puede entonces englobar la tristeza y la rabia del pasado, haciendo que la persona reaccione de forma exagerada ante la situación actual y haciendo que sea más difícil de resolver. El Papa Juan Pablo II advirtió que, sin el perdón, uno puede ser prisionero de la ira del pasado. Por lo general, las personas tienden a pensar que su ira es justificable y apropiada. La ira excesiva, sin embargo, no es ninguna de esas cosas, especialmente si castiga a las personas en el presente por las heridas hechas por otros en el pasado.
El perdón es la forma más eficaz de reducir y dominar la ira en la vida matrimonial.
El daño
El daño obvio causado por la ira es el daño emocional y físico infligido a aquellos en el extremo receptor de la ira de una persona. No es de extrañar que los estudios hayan encontrado un riesgo diez veces mayor de síntomas depresivos en quienes viven con un cónyuge enfadado. Las personas están programadas para recibir amor, respeto y sensibilidad, no amargura, de los demás. La ira dirigida a los cónyuges aumenta su ansiedad, disminuye su capacidad de confiar, debilita su confianza, aumenta su irritabilidad y puede dañar su salud física.
Los hijos de las personas enfadadas también sufren daños. Los niños anhelan una sensación de seguridad en el hogar, que depende de la unión estable de sus padres. Las peleas entre sus padres hacen que los niños sufran tristeza, rabia, ansiedad, inseguridad y miedo ante la posibilidad de separación o divorcio. Puede hacer que los niños se sientan culpables, preguntándose si han contribuido al enfado de sus padres, o que desarrollen enfermedades físicas, como el síndrome del intestino irritable, o psicológicas, como la ansiedad o los trastornos obsesivo-compulsivos.
Menos obvio es el daño que la ira hace a la propia persona enfadada. Aunque la ira en sus primeras etapas suele estar asociada a la tristeza que provoca el ser herido, más tarde puede asociarse al placer que se deriva de su expresión. Este feo fenómeno se observa a menudo en una persona que, cuando era joven, temía a su padre pero nunca expresó su ira contra él, pero que más tarde encuentra placer en expresar su ira contra su cónyuge o contra otra persona. El disfrute de los sentimientos de ira y del subidón asociado a su excitación y liberación puede convertirse en un grave trastorno psicológico y espiritual. También puede convertirse en un peligro para la salud física. Un estudio de la Facultad de Medicina de Harvard descubrió que el riesgo de sufrir un ataque al corazón tras un arrebato de ira es más de dos veces mayor. Cuanto mayor es la intensidad del arrebato, mayor es el riesgo. Está claro que el dominio de la ira es esencial para la salud y el bienestar.
Tres maneras de manejar la ira
La mayor parte de la ira que experimentan las personas dentro del matrimonio se despierta no por injusticias reales, sino por tensiones y percances menores. Cuando la ira se desarrolla a partir de algo de este tipo, hay tres opciones básicas para lidiar con esta compleja y poderosa emoción: (1) negarla, (2) expresarla activa o pasivamente, o (3) perdonar la injuria percibida. El perdón es la forma más eficaz de reducir y dominar la ira en la vida matrimonial. Por sí solo puede resolver la ira de las decepciones pasadas con otros que la mayoría de los cónyuges traen inconscientemente al matrimonio.
1. Negación
Durante la infancia, el método psicológico más común para lidiar con la ira es la negación, que para muchas personas continúa en la vida adulta. Las razones para la negación son numerosas e incluyen la necesidad de idealizar a los padres, hermanos o compañeros; la falta de conocimiento sobre cómo resolver la ira con el perdón; los miedos e inseguridades sobre la expresión de la ira; el sentimiento de vergüenza; el miedo a la tristeza asociada a la ira; el deseo de mantener una vida hogareña pacífica y amorosa; y la lealtad a los padres. Para un niño, la relación en la que más se niega la ira es la relación con su padre. Las principales razones para ello son el miedo a una respuesta de ira por parte de su padre o el temor a que se produzca un mayor distanciamiento de él.
A medida que pasa el tiempo, los peligros de confiar en la negación para hacer frente a la ira incluyen tristeza, ansiedad, inseguridad e incluso un aumento de la propia ira que se está negando. La incapacidad de admitir y resolver la propia ira puede llevar a que ésta se dirija erróneamente hacia los hermanos, los padres, los compañeros y, finalmente, hacia el cónyuge y los hijos. Esta dinámica psicológica es una de las principales causas de la ira exagerada en la vida matrimonial.
La principal forma de superar la negación no es la que se recomienda más a menudo, es decir, expresar la ira contra los demás. Esto crea más tensión para la persona enfadada y los que la rodean. Hay un beneficio mucho mayor en pensar,
Quiero superar la posibilidad de que esté en negación explorando la necesidad de perdonar. ¿Necesito perdonar a un padre, a un hermano o a un compañero que me hirió en el pasado? Necesito perdonar a mi cónyuge en este momento?
2. Expresión
La realidad psicológica es que la mayoría de los cónyuges no saben cómo expresar la ira de manera justa porque han traído mucha ira inconsciente enterrada a sus matrimonios. La mayoría de los esposos no se dan cuenta de que recibir la ira de la persona en la que más confían y aman en sus vidas puede dejar heridas profundas. Cada vez que se expresa la ira entre los cónyuges, la confianza disminuye y, en consecuencia, también disminuyen los sentimientos de amor. La expresión de la ira no resuelve del todo esta emoción y no ayuda a resolver los conflictos matrimoniales.
El uso del perdón, sin embargo, sí resuelve la ira de las heridas presentes y pasadas, disminuyendo así el estrés marital. Ayuda a eliminar los arrebatos de ira. El camino hacia el perdón comienza con la identificación de las formas en que se expresa la ira, ya sea directa y honestamente o indirectamente, de manera pasivo-agresiva, o enmascarada. La siguiente lista puede ayudar a identificar los tipos de ira activa y pasivo-agresiva en un matrimonio:
Activa
- Falta de respeto
- Ser fácilmente molesto
- Comunicación negativa y crítica
- Rudeza
- Silencio, trato frío
- Comportamientos irresponsables
- Retención de afecto y expresiones de cariño
- Descuido deliberado, falta de cuidado del hogar o de uno mismo
- Comportamiento poco cooperativo
- Falta de apoyo
Pasivo-.Agresivo
Después de identificar las formas en que se expresa la ira en un matrimonio, los cónyuges pueden pasar al mejor método para tratar esta emoción: el perdón.
3. El perdón
El perdón implica descubrir la ira de la propia familia de origen, de las relaciones pasadas y del propio matrimonio, y luego decidir trabajar para soltar esta ira sin dirigirla erróneamente hacia el cónyuge, los hijos u otros. También implica elegir perdonar inmediatamente a la persona del presente que ha despertado la ira. La terapia del perdón es un método psicológicamente probado para disminuir y resolver el daño causado por la ira excesiva.
El perdón puede producir muchos beneficios. Puede ayudar a los individuos a olvidar las experiencias dolorosas del pasado y liberarlos del control sutil de las personas y los eventos asociados a estos eventos. Puede facilitar la reconciliación entre los cónyuges y entre ellos y otros miembros de la familia. Y puede disminuir la probabilidad de que la ira sea mal dirigida en el hogar. Mi colega el Dr. Robert Enright ha demostrado a través de numerosos estudios en la Universidad de Wisconsin-Madison lo que vemos a diario en la práctica clínica: el perdón aumenta la confianza y ayuda a resolver los sentimientos de tristeza y ansiedad. También puede prevenir la reaparición de estos sentimientos.
El proceso del perdón
Aunque el perdón es el método más eficaz para obtener el control sobre la fuerte emoción de la ira, no se produce de forma natural ni fácil. Después de descubrir los orígenes más profundos de la ira, que a menudo se niegan o son inconscientes, y de tratar de comprender la trayectoria vital y las relaciones pasadas de la persona que ha infligido el daño, queda el trabajo del perdón en sí.
El primer paso en el proceso de perdón es que ambos cónyuges identifiquen sus experiencias infantiles de haber sido heridos por sus padres o por otros. Cada cónyuge debe identificar al padre que más le decepcionó. A continuación, es útil que cada cónyuge intente comprender las relaciones parentales del otro. A medida que este trabajo de descubrimiento avanza, las parejas desarrollan la conciencia de que los comportamientos de un cónyuge pueden atribuirse, en la mayoría de los casos, a heridas emocionales pasadas de los padres o de otras personas, o al modelado y la repetición de las debilidades de la personalidad de un padre. Mirar al pasado para entender el presente suele llevar a comprender que la gente no suele infligir daño deliberadamente. Incluso las personas que son deliberadamente crueles a menudo han sufrido algún tipo de trauma a principios de su vida.
Después de que ambos cónyuges logren cierto autoconocimiento y conocimiento del otro, puede comenzar el trabajo del perdón.