Lo que estás experimentando se llama diuresis por frío, un fenómeno que ocurre por razones que no están del todo claras. Una teoría que sigue siendo popular -aunque ha sido discutida- explica cómo funciona así: Cuando la temperatura empieza a bajar, el cuerpo intenta reducir la pérdida de calor contrayendo los vasos sanguíneos y reduciendo el flujo de sangre a la superficie de la piel. Cuando esto ocurre, la presión arterial aumenta, porque el mismo volumen de sangre fluye por menos espacio en el cuerpo. En respuesta, los riñones extraen el exceso de líquido para reducir la presión arterial, lo que hace que tengas que orinar. «Una vejiga llena es un lugar para la pérdida de calor adicional, por lo que orinar ayudará a conservar el calor», escribe Rick Curtis, director del Programa de Acción al Aire Libre de la Universidad de Princeton.
No hay una temperatura fija que induzca la diuresis por frío, ya que la edad, el sexo, la composición corporal, la dieta e incluso la postura pueden influir en que se produzca o no. En un estudio muy citado de hace más de 60 años, los investigadores descubrieron que hacer ejercicio moderado mientras se está expuesto al frío puede prevenir la diuresis por frío.
En cuanto a la micción inducida por el agua fría, los investigadores creen que también puede estar en juego un mecanismo diferente. La edición de 2006 del libro Hypothermia Frostbite and Other Cold Injuries: Prevention, Recognition, and Treatment dice que en lugar de -o además de- orinar porque el cuerpo está tratando de mantenerse caliente, es posible que la presión hidrostática del agua sobre la piel exprima el líquido de las extremidades hacia el núcleo, desde donde se excreta.
Foto principal: simonkr/iStock
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