Pregunta. ¿Qué ocurre con el cordón umbilical dentro de la madre una vez que nace el bebé? Sé que se corta, pero ¿se desecha todo el resto, o vuelve al interior de la mujer o se desintegra solo? ¿Se forma uno nuevo para cada bebé?
A. A medida que el feto se desarrolla en el interior del útero de la mujer, se va formando otra estructura vital que presta un servicio vital a la madre y al niño: la placenta. Se trata de una estructura esponjosa, llena de vasos sanguíneos que provienen de la madre a través del revestimiento del útero, y que luego se conecta con el bebé mediante el cordón umbilical. Se desarrolla durante el embarazo para nutrir al feto y eliminar sus desechos. La placenta también produce hormonas durante varias etapas del embarazo que provocan cambios en la constitución de la mujer que le permiten dar a luz al bebé.
Al nacer, el cordón umbilical mide entre 14 y 18 pulgadas de largo y contiene dos arterias que llevan la sangre del bebé al útero y una vena que lleva la sangre llena de oxígeno y la nutrición de la placenta al bebé. El cordón está lleno de una sustancia gelatinosa que rodea y protege estos vasos sanguíneos y da una consistencia firme al cordón, ayudando así a evitar que se retuerza y se doble, lo que podría impedir que la sangre fluyera hacia el bebé durante su estancia en el útero.
En el momento del nacimiento, el flujo de sangre cambia y circula sólo dentro del bebé. El flujo a través del cordón umbilical se detiene y lo haría al cabo de unos instantes aunque no se cortara el cordón. Sin embargo, atar primero el cordón y luego cortarlo preserva la preciosa sangre para el bebé.
Ahora a tu pregunta, ¿qué pasa con el cordón? Se expulsa de la madre a la media hora del nacimiento. Sigue unido a la placenta, lo que comúnmente se llama «la placenta». Una vez completada su función, ya no es necesario y por tanto es desechado por el cuerpo de la madre. Sí, se desarrolla un nuevo cordón para cada niño.
CORRECTO A MI ESCRITORIO: En su discurso inaugural pronunciado en Boston con motivo de su asunción de la presidencia de la Academia Americana de Médicos de Familia, el doctor James R. Weber, de Jacksonville, Arkansas, hizo un par de declaraciones que revelan la profundidad de este estadista/médico. Su reto de «dedicar tiempo a uno mismo y a su familia» cayó en oídos receptivos, al igual que un reto a los médicos de encontrar un médico personal para ellos y sus familias. «El concepto de que los adolescentes y los médicos son inmortales no es así», dijo. Pero la afirmación que más aplausos cosechó fue: «Quiero retaros a todos a mantener un buen sentido del humor». Ciertamente, en estos tiempos de agitación, ésta es la mejor medicina de todas, y me alegra transmitir ese consejo a todos mis lectores para que lo tengan en cuenta y lo adopten.
Escriba al Dr. Bruckheim a la atención del Chicago Tribune, Room 400, 435 N. Michigan Ave., Chicago, Ill. 60611.