Es sabido que un exceso de colesterol y otras grasas puede provocar enfermedades, y que una dieta saludable implica vigilar la cantidad de alimentos grasos que comemos. Sin embargo, nuestro cuerpo necesita cierta cantidad de grasa para funcionar, y no podemos fabricarla de la nada.
Los triglicéridos, el colesterol y otros ácidos grasos esenciales -el término científico para las grasas que el cuerpo no puede fabricar por sí mismo- almacenan energía, nos aíslan y protegen nuestros órganos vitales. Actúan como mensajeros, ayudando a las proteínas a realizar su trabajo. También inician reacciones químicas que ayudan a controlar el crecimiento, la función inmunitaria, la reproducción y otros aspectos del metabolismo básico.
El ciclo de fabricación, descomposición, almacenamiento y movilización de las grasas es el núcleo de la forma en que los seres humanos y todos los animales regulan su energía. Un desequilibrio en cualquiera de los pasos puede dar lugar a enfermedades, incluidas las cardiopatías y la diabetes. Por ejemplo, tener demasiados triglicéridos en el torrente sanguíneo aumenta el riesgo de que se obstruyan las arterias, lo que puede provocar un ataque al corazón y un derrame cerebral.
Las grasas también ayudan al cuerpo a almacenar ciertos nutrientes. Las llamadas vitaminas «liposolubles» -A, D, E y K- se almacenan en el hígado y en los tejidos grasos.
Sabiendo que las grasas desempeñan un papel tan importante en muchas funciones básicas del cuerpo, los investigadores financiados por los Institutos Nacionales de Salud las estudian en los seres humanos y en otros organismos para aprender más sobre la biología normal y anormal.
Mirando a los insectos en busca de información sobre la regulación de la grasa
A pesar de la importancia de la grasa, aún no se sabe exactamente cómo la almacenan los humanos y cómo la ponen en marcha. En busca de información, la bioquímica Estela Arrese, de la Universidad Estatal de Oklahoma, estudia el metabolismo de los triglicéridos en lugares inesperados: gusanos de seda, moscas de la fruta y mosquitos.
El principal tipo de grasa que consumimos, los triglicéridos, son especialmente adecuados para el almacenamiento de energía porque contienen más del doble de energía que los carbohidratos o las proteínas.
Una vez que los triglicéridos se han descompuesto durante la digestión, se envían a las células a través del torrente sanguíneo. Una parte de la grasa se utiliza inmediatamente como energía. El resto se almacena en el interior de las células en unas gotas denominadas lípidos.
Cuando necesitamos energía extra -por ejemplo, cuando corremos una maratón- nuestro cuerpo utiliza unas enzimas denominadas lipasas para descomponer los triglicéridos almacenados. Las mitocondrias, las centrales eléctricas de la célula, pueden entonces crear más de la principal fuente de energía del cuerpo: el trifosfato de adenosina, o ATP.
Arrese trabaja para identificar, purificar y determinar las funciones de las proteínas individuales implicadas en el metabolismo de los triglicéridos. Su laboratorio fue el primero en purificar la principal proteína reguladora de la grasa en los insectos, la TGL, y ahora está tratando de aprender lo que hace. También descubrió la función de una proteína clave de las gotas de lípidos llamada Lsd1, y está investigando su hermana, Lsd2.
El trabajo de Arrese podría enseñarnos más sobre trastornos como la diabetes, la obesidad y las enfermedades cardíacas. Además, al entender cómo los insectos utilizan la grasa cuando se metamorfosean y ponen huevos y al plantear la hipótesis de cómo interrumpir esos procesos, sus descubrimientos podrían conducir a nuevas formas para que los agricultores protejan sus cultivos de las plagas y para que los funcionarios de salud combatan las enfermedades transmitidas por los mosquitos, como la malaria y el virus del Nilo Occidental.
Pero antes de que todo eso pueda ocurrir, dice Arrese, «necesitamos estudiar mucho y tener información a nivel molecular».
El colesterol y las membranas celulares
Uno de los retos de Arrese es intentar que sustancias aceitosas como la grasa funcionen en las pruebas de laboratorio, que suelen estar basadas en el agua. Sin embargo, nuestras células no podrían funcionar sin la aversión mutua de la grasa y el agua.
Las membranas celulares encierran nuestras células y los orgánulos de su interior. La grasa -específicamente, el colesterol- hace posible estas membranas. Los extremos grasos de las moléculas de la membrana se alejan del agua dentro y fuera de las células, mientras que los extremos no grasos gravitan hacia ella. Las moléculas se alinean espontáneamente para formar una membrana semipermeable. El resultado: unas barreras protectoras flexibles que, como los porteros de una discoteca, sólo permiten que las moléculas adecuadas entren y salgan de las células.
Mastica esto la próxima vez que te plantees el destino de la grasa de una patata frita.
Aprende más:
- Grasas y moscas: Perfil de Estela Arrese
- Eres lo que comes: El papel de los lípidos y los hidratos de carbono en el organismo
Este artículo de Inside Life Science ha sido facilitado a LiveScience en colaboración con el Instituto Nacional de Ciencias Médicas Generales, perteneciente a los Institutos Nacionales de la Salud.
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