Es uno de los fragmentos de pseudociencia favoritos de Hollywood: los seres humanos sólo utilizan el 10 por ciento de su cerebro, y despertar el 90 por ciento restante -supuestamente inactivo- permite a seres humanos por lo demás ordinarios mostrar habilidades mentales extraordinarias. En Phenomenon (1996), John Travolta adquiere la capacidad de predecir terremotos y aprende instantáneamente idiomas extranjeros. Scarlett Johansson se convierte en una maestra de artes marciales con superpoderes en Lucy (2014). Y en Limitless (2011), Bradley Cooper escribe una novela de la noche a la mañana.
Este esquema ya preparado para las películas de fantasía también es el favorito del público en general. En una encuesta, el 65% de los encuestados estaba de acuerdo con la afirmación: «La gente solo utiliza el 10% de su cerebro a diario.» Pero lo cierto es que utilizamos todo nuestro cerebro todo el tiempo.
¿Cómo lo sabemos? Por un lado, si sólo necesitáramos el 10 por ciento de nuestro cerebro, la mayoría de las lesiones cerebrales no tendrían consecuencias discernibles, ya que el daño afectaría a partes del cerebro que no estaban haciendo nada para empezar. También sabemos que la selección natural desaconseja el desarrollo de estructuras anatómicas inútiles: los primeros humanos que dedicaron sus escasos recursos físicos a cultivar y mantener enormes cantidades de tejido cerebral en exceso habrían sido superados por los que gastaron esos preciosos recursos en cosas más necesarias para la supervivencia y el éxito reproductivo. Sistemas inmunitarios más resistentes, músculos más fuertes, pelo más bonito… cualquier cosa sería más útil que tener la cabeza llena de tejido inerte.
Hemos podido respaldar estas conclusiones lógicas con pruebas sólidas. Las técnicas de imagen, como la tomografía por emisión de positrones (PET) y la resonancia magnética funcional (fMRI), permiten a los médicos y científicos trazar un mapa de la actividad cerebral en tiempo real. Los datos muestran claramente que grandes áreas del cerebro -mucho más del 10 por ciento- se utilizan para todo tipo de actividades, desde tareas aparentemente sencillas como descansar o mirar imágenes hasta otras más complejas como leer o hacer cuentas. Los científicos aún no han encontrado un área del cerebro que no haga nada.
Entonces, ¿cómo hemos llegado a creer que el 90 por ciento de nuestro cerebro es inútil? El mito suele atribuirse incorrectamente al psicólogo del siglo XIX William James, que propuso que la mayor parte de nuestro potencial mental queda sin explotar. Pero nunca especificó un porcentaje. Albert Einstein -un imán para la atribución errónea de citas- también ha sido considerado responsable. En realidad, lo más probable es que el concepto provenga de la industria estadounidense de la autoayuda. Una de las primeras menciones aparece en el prefacio del mega best seller de Dale Carnegie de 1936, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. La idea de que sólo hemos aprovechado una fracción de todo el potencial de nuestro cerebro ha sido desde entonces un elemento básico para los gurús de la motivación, los mercachifles de la Nueva Era y los guionistas poco inspirados.
Obviamente, esto es una mala noticia para cualquiera que espere encontrar el secreto para convertirse en un genio de la noche a la mañana. La buena noticia, sin embargo, es que el trabajo duro sigue funcionando. Hay muchas razones para creer que se puede aumentar la capacidad cerebral trabajando regularmente en tareas mentales desafiantes, como tocar un instrumento musical, hacer cálculos o leer una novela.