Podemos usar cualquier tipo de leche, incluso una bebida vegetal, mejor si es de sabor más neutro en el caso de que no queramos que influya en el sabor de los crêpes. En general la de soja me ha dado buenos resultados, aunque si somos intolerantes cualquier leche sin lactosa nos servirá. Hay quien prefiere usar como líquido solo el lácteo pero yo me decanto por la opción de combinar la mitad con agua.
La masa de crêpes puede prepararse con batidora de varillas o en el vaso de una batidora de las que se emplean para batidos. Con unas varillas corrientes manuales también salen bien, tal y como he hecho para esta receta. Yo tengo la costumbre de preparar la masa en una jarra grande para poder verterla directamente después sobre la sartén; es mucho más práctico.
Disponer los huevos en el recipiente que usemos y añadir la leche, el agua -opcional-, el azúcar, la sal, la ralladura de limón o vainilla -si usamos- y batir bien. Añadir la harina tamizada y batir con energía hasta que no queden grumos. Tapar y dejar reposar como mínimo 30 minutos -mejor una hora-, en la nevera si hace calor o dejamos pasar más tiempo.
Engrasar con aceite neutro o mantequilla derretida una buena sartén antiadherente o crepera. Calentar hasta que coja buena temperatura. Echar una porción de masa en el centro (unos 60 ml), sujetando la sartén fuera del fuego con la otra mano, y girar rápidamente para extenderla por toda la superficie. Bajar un poco la temperatura y dejar cocinar uno o dos minutos, hasta que los bordes se doren y se despeguen.
Dar la vuelta con una espátula fina, con cuidado de no romper la masa, y dorar medio minuto o un minuto más por el otro lado. Retirar a un plato y continuar con el resto de la masa hasta terminarla. Mantener tapados con un paño limpio o plástico film para que mantengan el calor y no se resequen. Si hemos encendido el horno ese día podemos aprovechar el calor residual para mantenerlos calientes a la hora de servir.