Cuando alguno de los vasos sanguíneos que irrigan al corazón se obstruye impidiendo la llegada de sangre oxigenada, se produce un infarto agudo de miocardio, más conocido como ataque cardíaco. Cuando este proceso se extiende por más de 20 minutos, las fibras musculares comienzan a morir. Esto produce un debilitamiento de la capacidad contráctil del corazón y el riesgo de que ocurran arritmias que pueden ser fatales.
La mayoría de los infartos ocurren en individuos que, a lo largo de los años, han desarrollado placas ateroscleróticas en las paredes de sus arterias coronarias. Estas placas son un cúmulo de material lipídico e inflamatorio que progresa lentamente como resultado de múltiples factores de riesgo como:
- Tabaquismo.
- Hipertensión arterial.
- Niveles elevados de colesterol.
- Diabetes.
- Sedentarismo.
- Predisposición hereditaria.
El infarto ocurre cuando, en forma impredecible, estas placas sufren fisuras o rupturas, exponiendo el material lípido e inflamatorio a la circulación sanguínea. La sangre reacciona al contacto con este material, generando un coágulo que bloquea la circulación de sangre en la arteria coronaria involucrada.
Afecta más a los hombres debido a que las mujeres están protegidas por las hormonas sexuales femeninas. Luego de la menopausia, afecta a ambos géneros por igual. En el hombre tiende a ocurrir después de los 40 años, aunque en ocasiones puede suceder antes. Por lo tanto, la incidencia de sufrir un infarto aumenta con el incremento de la edad.
El síntoma más común es el dolor opresivo en el centro del pecho. Muchas veces se irradia al hombro y a los brazos y/o mandíbula. Otros síntomas asociados son la falta de aire, náuseas y sudoración. Es importante tener en cuenta que el dolor de pecho no está presente en todos los infartos. Algunas pacientes pueden experimentar sólo falta de aire, sudoración o sensación de desasosiego lo que dificulta su identificación.
El tiempo transcurrido entre la iniciación de los síntomas y el tratamiento tiene un importante impacto en el pronóstico de la patología. Por lo tanto, ante la sospecha de un ataque cardíaco es imprescindible llamar al servicio de emergencia o acudir al centro de salud más cercano lo antes posible.
Todo paciente con un infarto al llegar al hospital debe recibir agentes antiplaquetarios (aspirina), agentes anticoagulantes (heparina), estatinas y vasodilatadores coronarios debido que han demostrado mejorar la sobrevida. La principal meta es restaurar el flujo coronario en la arteria ocluida en el menor tiempo posible. Esto puede lograrse de dos maneras: farmacológicamente, mediante la administración de trombolíticos que tienen la capacidad de disolver el coágulo; o mecánicamente, abriendo la obstrucción mediante una angioplastia y la colocación de un stent (angioplastia primaria).
Esta última consiste en un procedimiento invasivo que, mediante el uso de pequeños balones inflables montados sobre el extremo de un catéter, permite desobstruir la oclusión. Es así que se coloca el stent, un pequeño tubo de malla metálica que mantiene la coronaria abierta. Según diferentes estudios la angioplastia primaria resulta más efectiva que los trombolíticos, ya que logra restaurar el flujo en un 95% de los casos comparado con un 60%.
Como los infartos se producen por el crecimiento y la ruptura de placas de aterosclerosis, las estrategias de prevención se basan en impedir la formación de nuevas placas y prevenir que las ya existentes puedan romperse. Esto se logra abordando la enfermedad en forma multifactorial, como:
- La rehabilitación física y el ejercicio, debido a que reducen la mortalidad y la tasa de reinfarto en un 30%.
- Realizar actividad aeróbica (caminar, nadar, andar en bicicleta, etc.), por lo menos 30 minutos por día, 6 veces por semana.
- Controlar los factores de riesgo que promovieron la formación de placas.
- Dejar de fumar.
- Controlar la hipertensión, glucemias y los niveles de colesterol en aquellos pacientes que lo padecen.
- Todo paciente que haya sufrido un infarto debe ser medicado de por vida con medicamentos indicados por el profesional médico. Estos fármacos enlentecen la frecuencia cardíaca, disminuyen la presión arterial, previenen el debilitamiento de corazón ocasionado por el infarto, reducen los niveles de colesterol, estabilizan las placas de colesterol impidiendo que crezcan y se rompan y previenen la formación de coágulos.
Los pacientes capaces de seguir estas medidas higiénico dietéticas y de seguir los tratamientos farmacológicos señalados, han demostrado un excelente pronóstico disminuyendo el riesgo de padecer nuevos infartos. Servicio de Cardiología de Sanatorio Allende.