Tegucigalpa, capital de Honduras. Aunque el lugar estuvo probablemente ocupado durante milenios antes de la conquista española, el municipio en sí fue fundado tras el descubrimiento de minas de plata por parte de exploradores españoles en la década de 1570 (según la tradición local, «Tegucigalpa» significa «colina de la plata»). Cuando el rey español recibió informes sobre las ricas minas de Tegucigalpa y sus alrededores, designó a la región como alcaldía mayor, elevándola a la categoría de municipio y concediéndole una autonomía limitada respecto a Comayagua. El Real de Minas de San Miguel de Tegucigalpa fue probablemente establecido formalmente el 29 de septiembre de 1578. Con este acto, Tegucigalpa se independizó de la capital provincial y sede episcopal de Comayagua, sembrando así una semilla de rivalidad municipal entre ambas.
Cuando las vetas de plata más accesibles se agotaron unos años más tarde, y la falta de mano de obra y medios de transporte adecuados, la insuficiencia de capital, la tecnología inadecuada y los escasos suministros de mercurio redujeron severamente la actividad minera, la ciudad se redujo en tamaño pero no desapareció por completo. La ganadería, el comercio y la administración política y eclesiástica se combinaron con la minería de plata residual para mantener a Tegucigalpa como la ciudad más grande y próspera de la Honduras colonial. De hecho, todavía había suficiente actividad minera como para que Carlos III volviera a designar a Tegucigalpa como un distrito minero oficial (real de minas) en 1762. Aunque la alcaldía mayor fue suprimida brevemente en los últimos días de la era española, fue revivida en 1812.
Cuando Centroamérica se independizó de España, Tegucigalpa y Comayagua acordaron, el 30 de agosto de 1824, en la reunión de la Asamblea Constituyente en Cedros, que las dos ciudades se turnarían como capital de la Provincia de Honduras. Este acuerdo se mantuvo de manera informal tras la disolución de las Provincias Unidas de Centroamérica después de 1838. Sin embargo, en 1880, el presidente Marco Aurelio Soto trasladó la sede del gobierno definitivamente a Tegucigalpa, donde ha permanecido desde entonces. En 1907, el obispo José María Martínez y Cabañas negoció con éxito el traslado de la sede eclesiástica de Comayagua a Tegucigalpa; desde entonces la sede ha sido elevada a arzobispado. Por razones históricas y geográficas, el país nunca pudo unir su nueva capital, Tegucigalpa, a un ferrocarril, y, aún hoy, la carretera panamericana pasa a unos cincuenta kilómetros al sur de la capital en su camino por el istmo desde San Salvador a Managua. A pesar de estos dos cuellos de botella, Tegucigalpa, con una población de más de 890.000 habitantes, ha experimentado una afluencia masiva de campesinos del interior y está sufriendo todos los dolores de crecimiento típicos de la rápida urbanización. Desde la década de 1990 se han establecido maquiladoras en el valle de Amarateca.
El 30 de octubre de 1998, el huracán Mitch destruyó parte de la ciudad, y luego siguió planeando sobre la región durante cinco días. La deforestación y la saturación del suelo provocaron inundaciones y derrumbes que diezmaron barrios, puentes y edificios históricos.
Véase tambiénHonduras; Minería: América colonial española.
BIBLIOGRAFÍA
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