- Si ya has visto una -o dos- veces La guerra de las galaxias: el ascenso de Skywalker, quizá quieras leer Carrie Fisher: A Life on the Edge, una nueva biografía sobre la última estrella de la serie.
- La directora de libros de O, The Oprah Magazine, Leigh Haber, califica el nuevo libro de Sheila Weller de «hipnotizante». Lee su reseña completa a continuación.
Histéricamente divertida, salvajemente carismática y afilada, Carrie Fisher era muy querida por familiares, amigos y fans. Pero como revela el fascinante reportaje de Sheila Weller, sus demonios nunca la abandonaron.
Carrie Fisher amaba tanto la purpurina que mandó coser bolsillos especiales en sus abrigos para poder espolvorear su polvo de hadas cada vez que le surgía el impulso: sobre el público durante los tres años que duró su espectáculo unipersonal, Wishful Drinking; entre los bastidores de los premios de la Academia; en los restaurantes cuando un compañero la saludaba. Organizaba fiestas tan exclusivas que asistían a ellas personalidades como David Bowie e Iman. Su casa de California era tan ingeniosa y excéntrica como ella: tenía un piano en uno de sus baños.
El libro Carrie Fisher: A Life on the Edge, de la periodista Sheila Weller, abunda en las épicas palabras de Fisher, en jugosas revelaciones sobre sus numerosos amantes y en la admiración por la mujer que convirtió a la princesa Leia en un icono feminista. Pero es la dicotomía entre el glamour de Hollywood y sus bajos fondos lo que Weller sondea con maestría, y lo que Fisher encarnó.
Fue a la vez beneficiaria y víctima de la fama de sus padres. Decir que ella y su madre estaban intensamente unidas subestima su codependencia. La creatividad de Fisher se vio impulsada por una manía que finalmente fue diagnosticada como trastorno bipolar. Luchó con la adicción durante toda su vida y en 2016, a los 60 años, murió de un ataque al corazón provocado en parte por un cóctel de medicamentos, algunos prescritos y otros ilícitos.
En vida, muchos vieron a Carrie Fisher como una Dorothy Parker actual, un sol deslumbrante alrededor del cual orbitaba la gente. Fisher confesó en una ocasión que deseaba «mucho ser popular», «explotar en su cielo nocturno como los fuegos artificiales en la medianoche de la Nochevieja en Hong Kong». Tal y como se desprende de la fascinante biografía de Weller, aunque Fisher consiguió su deseo, la oscuridad que inevitablemente le siguió fue el precio que pagó.
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