Los seis bebés nacidos de una pitón reticulada de 11 años en el zoo de Louisville sólo tienen un padre: son el resultado de un parto virgen. La pitón, Thelma, de 200 libras y 20 pies de largo, nunca había estado cerca de una serpiente macho durante sus cuatro años de estancia en el zoo.
Cuando Thelma puso 61 huevos, los cuidadores del zoo, desconcertados, asumieron que había almacenado esperma de un encuentro anterior al zoo. Pero un estudio publicado este año revela que las seis crías que sobrevivieron sólo llevan los genes de la madre. Son el producto de una peculiaridad de la biología que permite la reproducción sin padre, un proceso llamado partenogénesis.
En lugar de que un espermatozoide y un óvulo se fusionen para crear un embrión, estas crías de serpiente proceden de la fusión de un óvulo y un cuerpo polar, una célula producida como subproducto del desarrollo del óvulo. Normalmente estos cuerpos polares mueren.
Los cuidadores de Thelma sospechan que la puesta de huevos de la enorme serpiente se inspiró en las excelentes condiciones de vida. «Hace falta mucho para reproducirse, y ella tenía todo lo que necesitaba. La había alimentado con una comida realmente grande, 40 libras de pollo. Vivía en un recinto más grande de lo habitual. Había almohadillas térmicas. Todo era óptimo», dijo el conservador del zoo, Bill McMahan, a National Geographic.
El camino de Thelma, aunque raro, ha sido recorrido (y nadado y deslizado) por otras especies antes. Las pruebas de ADN han confirmado la partenogénesis en Flora, el dragón de Komodo, un tiburón martillo que vive en el zoológico de Nebraska y otros tiburones, peces y reptiles. Los pájaros lo hacen y también las abejas, concretamente los pavos domésticos y las abejas del Cabo. Pero aunque la partenogénesis humana es teóricamente posible, es muy poco probable.
No todos los casos de partenogénesis son una sorpresa: Algunos lagartos recurren a la partenogénesis para reproducirse. Thelma, sin embargo, es la primera para su especie hasta donde sabemos.