La guerra civil de ocho años que resultó de la anulación de los resultados electorales dejó a Argelia en un punto muerto que caracteriza al mundo árabe hasta hoy. El régimen de modernización secular, despojado de su razón de ser, sólo puede definirse en oposición a la amenaza islamista. Desprovistos del contenido real de los compromisos sociales y exteriores que constituían su mandato, regímenes como el FLN, el Baath en Siria o el ejército egipcio cojean durante el periodo neoliberal como cascarones vacíos. Así como la financiarización, la desregulación y la mano de obra barata apuntalaron el orden neoliberal en el Primer Mundo, la deuda, las rentas geopolíticas y los precios récord del petróleo lo han hecho en el Tercer Mundo.
Dentro de las limitaciones del neoliberalismo, escapar del ciclo de la dependencia del petróleo no sólo es desaconsejable, sino que es imposible; los estados deben perseguir la ventaja ricardiana, la diversificación es distorsionante, la fuerte intervención estatal que requieren las industrias para ser sostenibles es inviable, incluso si hay voluntad política para intentar tal esfuerzo.
55 años después de la victoria contra Francia, en ausencia del amplio proyecto que animó la revolución en sus primeros días, Argelia se ha convertido en otro estado rentista de seguridad, aunque con un barniz secular. El 95% del presupuesto anual procede del petróleo. Su geriátrico liderazgo respondió a las revueltas de la Primavera Árabe en 2011 aumentando los subsidios, repartiendo una mayor parte de los ingresos del petróleo y aplastando la disidencia con su infame y eficiente aparato de seguridad, al igual que hicieron Arabia Saudí y otras monarquías del Golfo. «Puede que los dólares del petróleo hagan girar el mundo, pero han mantenido a Argelia quieta». Seis años después, el descontento persiste, y las protestas y disturbios esporádicos son habituales.
En 2017, sin embargo, al igual que en 1981, la bonanza petrolera ha llegado a su fin, y los cientos de miles de millones de dólares que los generales amasaron en la última década están disminuyendo rápidamente. El presupuesto anual recientemente aprobado es un típico presupuesto de austeridad, repleto de recortes de subsidios clave y subidas de impuestos.
La praxis del neoliberalismo ha creado las condiciones de su propio colapso ideológico, que se manifiestan en el Primer Mundo en la forma del doble choque del Brexit y la victoria de Trump. En el mundo árabe, estas condiciones abrieron el camino a los levantamientos de la Primavera Árabe. Aunque el régimen argelino, al igual que la monarquía jordana, pudo sobrevivir indemne a la oleada inicial de protestas, el deterioro de las perspectivas económicas en la región, combinado con la depresión de los precios del petróleo, plantea un enorme desafío en 2017. La revolución argelina no murió con el giro a la derecha del FLN en la década de 1980, sino que sigue viva en la oposición.